La empresa
familiar quizás sea uno de los segmentos empresariales donde mejores resultados
puede dar la mediación como sistema de resolución de conflictos, pero también
es donde más difícil se lo van a poner al mediador, por lo que este tipo de
mediación se convierte en un desafío para el mediador.
La
mediación en la empresa familiar, ni es solo una mediación familiar, ni tampoco
una mediación exclusivamente empresarial, pues aunque el conflicto sea de este
segundo orden; debajo del mismo subyacen o pueden hacerlo motivos propios de
las relaciones familiares, las cuales hacen que, en muchos casos, la postura
ante el conflicto sea mucho más enconada y visceral que en un caso normal.
Tenemos que
ser conscientes de que, en una empresa familiar, lo normal es que bajo la
superficie existan unas relaciones familiares que, a lo largo del tiempo, han
desarrollado una historia, una experiencia y unos sentimientos que, aun no
manifestados a simple vista, se expresen en forma de rencor (por acontecimientos
en el pasado), envidias (entre hermanos, cuñados, etc.), competitividad (entre
hermanos, cónyuges, ..), funcionales (qué es lo que hace cada uno en la
empresa), e incluso afectivos (del tipo: “me quieres menos que a …”), y
normalmente son estos sentimientos los que realmente están condicionando la
resolución de conflicto y hasta que las partes no tomen conciencia tales
circunstancias, va a ser muy difícil encontrar una solución a los problemas
mercantiles.
No debemos
olvidar nunca que, en nuestra escala interna de poder, la emoción siempre está
encima de la razón, por lo que hasta que los aspectos emocionales no estén
resueltos, no va poder entrar a jugar la razón.
Otro
aspecto importantísimo son las creencias y valores que sustentan la cultura de
la empresa familiar, creencias tan arraigadas que, en algunos casos, rozan la
categoría de lo sagrado y resultan, por lo tanto, incuestionables para sus
miembros, y en la cúspide de esta cultura suele estar un “patriarca”, quien ha
creado la empresa y con su esfuerzo, sacrificio y entrega, es el que la ha
conducido al éxito.
Precisamente,
es el propio “patriarca”, el primer escollo a sortear por el mediador, pues
incluso siendo él quien haya solicitado los servicios del mediador, en
relación, por ejemplo, a abandonar el papel de líder en el proceso de
mediación; el mediador debe dejar claro desde el principio del proceso que su
papel no es el de un abogado o un consultor, a quien le pagan por prestar unos
servicios y presentar un informe con sus conclusiones.
Con la
apropiada empatía, el mediador tiene que trasladar al “patriarca”, que es un
profesional altamente cualificado, a quien le van a pagar por resolver un
conflicto, que el proceso es totalmente voluntario y que el promotor del mismo
puede contratarle, o no, pero nunca puede, ni tiene, ni debe decirle cómo hacer
las cosas, pues ese es su trabajo.
Una vez
superado el primer escollo, el mediador tiene que obtener “la legitimación” del
resto de la familia, porque de lo contrario nos van a ver como “un extraño” y
se van a activar todos los mecanismos emocionales de defensa, haciendo nuestra
labor prácticamente imposible.
Para
obtener el respeto a nuestro trabajo del resto de miembros de la familia es
fundamental explicar en qué consiste la mediación y, sobre todo:
• Que la
mediación se basa en el principio de autodeterminación de las partes. Nuestro
rol no es el de un abogado o el de un consultor, ni tampoco el de un terapeuta,
por lo que tienen que asumir que, en sus manos, está la solución y de ellos es
la responsabilidad de obtenerla.
• Que, por
voluntad de la Ley y por código deontológico, somos neutrales e imparciales
ante el proceso y que, independientemente de quién nos haya contratado, nuestro
único objetivo es la resolución del conflicto en sí mismo con independencia de
los intereses de las partes.
• Que, por
voluntad de la Ley y por código deontológico, todo el proceso es confidencial,
y lo que cada parte pueda decir al mediador está sujeto a esa confidencialidad.
Es decir, el mediador no va a dar ninguna información a nadie respecto de lo
que dice, opina o le comunica otra parte en el proceso.
Si
conseguimos superar esta etapa, podremos empezar la labor de mediación y aunque
al principio nos verán como un bicho raro, si lo hacemos bien, poco a poco se
irán abriendo los canales de comunicación entre el mediador y las partes, y
entre las partes entre si, y con un poco de suerte y mucho “saber hacer” al
final puede llegarse a un acuerdo asumible por todos que solucione el
conflicto, de estabilidad a las relaciones familiares y haga sentirse bien a
todo el mundo ….. esto es la mediación
Angel Luis
Vazquez. Economista, Mediador Civil, Mercantil
Angel Luis Vazquez. Ibercampus.es. España. 05/04/15