Madrid, España. El ruido
interno, las presiones del entorno, nuestros condicionamientos, las
percepciones y las emociones secuestran, a menudo, nuestro buen criterio y
juicio; y nos sitúan o mantienen en conflictos que no tienen ningún sentido
cuando se observan desde una perspectiva independiente que permite su adecuada
comprensión. Se habla, incluso, del "secuestro amigdalino" por la
constatación de que, en situaciones de peligro o defensa, nuestra amígdala
cerebral (núcleos de neuronas encargados de la gestión de reacciones
emocionales) secuestra nuestra razón poniéndola al servicio de la emoción
predominante para justificarla. El mundo empresarial, rico en interacciones
personales y cargado de intereses entrecruzados y aspectos emocionales se ve
igualmente afectado por el fenómeno, haciéndose muy difícil una defensa y
protección sólida del llamado interés social o empresarial distinto, en
ocasiones, del de las personas que gestionan sus conflictos. El referido
secuestro puede afectar a las personas dentro de la organización y, por
derivación, contagiar la posición empresarial.
Muchos conflictos
empresariales se mantienen vivos por una falta de análisis o test de realismo
(reality test) sobre las posibilidades de "obtener una victoria" y la
medición de las consecuencias (las más visibles y las menos) de todo tipo que
acarrea un proceso judicial y su resolución, resulte o no favorable. Pocas
veces una empresa evalúa, con cierta objetividad, el coste o la
"soportabilidad" del conflicto: gastos, desgastes, riesgos, tiempo
dedicado, energía en tareas impropias de la actividad, oportunidades perdidas
de negocio y un largo etcétera de aspectos afectados por el conflicto.
He tenido la suerte
de pasar recientemente en Londres una semana en una interesante formación para
poner en práctica nuevas habilidades para la mediación en un centro de
referencia a nivel internacional (Center of Effective Dispute Resolution,
CEDR). Tengo todavía fresca mi magnífica experiencia y siento una indubitada
convicción de las bondades de la mediación para la solución efectiva de
conflictos en los ámbitos mercantil y empresarial. Dos motivos dificultarán o
harán más lenta, no obstante, su implantación o generalización en nuestro país.
El primero, una extendida o genérica creencia de falta de independencia y
neutralidad, tanto de las personas (árbitros o mediadores), como de las
instituciones que administran los procesos. En segundo lugar, la conocida
"sangre" del español y su marcada vivencia de las emociones que
convive con la dificultad de entenderlas y hablar de ellas con soltura y
normalidad en un plano intelectual. Ello es muy contrario al mundo anglosajón
que, con su flema, domina intelectualmente la conversación sobre aspectos
emocionales, etiquetando con gran facilidad y precisión los comportamientos y
emociones, haciendo más aceptable y extendida la mediación para las partes en
conflicto.
Ante una Justicia tan
criticada, resulta imprescindible fomentar la mediación y procesos similares de
"facilitación". A través de ellos:
Se construye valor en
lugar de destruirlo. El "pastel en discusión" puede hacerse más
grande para beneficio común al reducirse la confrontación. Se facilita un
aséptico análisis de las posiciones, expectativas, costes, pros, contras e
implicaciones derivadas de la falta de acuerdo o de la judicialización. Se
filtran las emociones de las partes en lo que resultan distorsionadoras y
privan de pragmatismo. Se trabaja en la defensa y protección de "los
intereses" frente al empeño de luchar por "la razón". Hace
posible casar posiciones entre dos partes de forma beneficiosa para ambas, en
entornos de relaciones inicialmente antagónicas. Y ¿qué hay de los aspectos
negativos? La sencillez y la brevedad de un proceso de mediación hacen que, ni
en términos de tiempo ni de coste, existan elementos significativos que sean
negativos. La confidencialidad del proceso y los compartimentos estancos de
información creados separadamente por el mediador con ambas partes, junto con
el hecho de que las partes continúen siendo las dueñas de sus derechos (sin
renuncia alguna), hasta el momento en que acepten y firmen un acuerdo, deben
disipar cualquier otro temor.
Eso sí, serán
necesarias la autoridad, independencia y credibilidad de un mediador para crear
el campo de juego. Su eficacia está probada: las estadísticas del Reino Unido y
EEUU cifran en torno al 80 % los conflictos que, con la mediación, concluyen en
un acuerdo satisfactorio para ambas partes. Liberémonos de nuestras malas
emociones y de empecinamientos por defender nuestra razón o derecho y
protejamos nuestros intereses en los conflictos a través de la mediación.
Alfredo Sanfeliz. Socio fundador de The Wise Company.
EntornoInteligente.com. 06/02/14
http://www.entornointeligente.com/articulo/2007681/Una-alternativa-a-la-resolucion-de-conflictos-06022014
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