El
conflicto considerado había generado amenazas y denuncias, pero al no tener
connotaciones penales relevantes, fue manejado por policías mediadores que
trabajaron junto a los vecinos. Esta práctica, conocida como “justicia
restaurativa”, cuenta con una demostrada efectividad y es impulsada desde el
2013 como un proyecto piloto, en tres seccionales de Policía de Montevideo.
El barrio
es un escenario compartido y por eso es frecuente que buena parte de los
conflictos respondan a la percepción de que existen intereses contrapuestos. En
un contexto de cercanía, las emociones y relaciones interpersonales pueden
potenciar la escalada de un conflicto. La mediación ayuda a morigerar las
emociones y a mejorar la comunicación. De hecho, la mediación es, básicamente,
un proceso de comunicación e influencia, que favorece el cambio de actitud, así
como la superación de prejuicios e imágenes negativas entre las partes.
Por esta
vía se evita la judicialización innecesaria (y muchas veces, inconducente), se
promueve el crecimiento personal y grupal, fortaleciendo la autoestima y la
utilidad de los vínculos, la organización y el diálogo como herramientas aptas
para superar conflictos. Pero más que todo, la experiencia puede convertirse en
una alternativa a la cultura de la violencia, al revelarse como un método
eficaz e integrador de las diversas opiniones y preferencias personales. En
barrios y contextos sociales en los que la apelación a la violencia goza de
cierto prestigio y legitimación, esta forma de resolución pacífica de los
conflictos puede tener fuertes implicancias pedagógicas.
Los
conflictos entre las personas y los grupos son inevitables, más aún en
sociedades complejas, en las que la vida de las personas se vuelve
crecientemente interdependiente. La mediación ofrece una vía para evitar
enfrentamientos destructivos. Sería deseable que una experiencia como esta no
termine siendo víctima de la indiferencia, el escepticismo, o las luchas
políticas. Por el contrario, otras jurisdicciones departamentales e
institucionales deberían tomar ejemplo y aprender de la experiencia acumulada a
nivel internacional.
Quizás
alguien pretenda contraponer sus (por ahora) modestos alcances con los serios
problemas de seguridad que sufre Montevideo. Sería un recurso desencaminado. Si
alguna chance tenemos de encontrar una solución de fondo a la violencia
delictiva, es atacar la conducta violenta allí donde surge, que no es en la
mampara blindada del local de pagos sino en el ámbito interpersonal menos institucionalizado,
como el familiar o barrial. Si la experiencia se replica y fortalece, muchas
personas pacíficas que conviven en ambientes controlados por el discurso y la
acción de los violentos, encontrarán más herramientas y legitimidad.
Por cierto,
la mediación entre vecinos no es lo único que necesitamos los montevideanos
para volver a vivir en paz pero las experiencias de este tipo están llamadas a
constituir una herramienta importante en el restablecimiento del respeto a la
ley y la convivencia pacífica, llenando un espacio desatendido por las
instituciones y competencias tradicionales del Estado.
Gerardo Sotelo, ElPaís.com.uy. Montevideo, Uruguay, 12/06/15