«Mis
hermanos pasan, no hay derecho a que yo sola me ocupe de nuestra madre»
Frases como
«mis hermanos son unos egoístas, no hay derecho que sea yo sola la que se ocupe
de nuestra madre» o «mi padre está bien pero, con la edad que tiene, ¿cómo le
vamos a dejar vivir solo?» les pueden resultar familiares a muchas personas. En
este tipo de contextos, los servicios de mediación –que se han mostrado tan
efectivos a la hora de resolver problemas de pareja–, comienzan a utilizarse
con éxito a la hora de abordar conflictos de relación entre hijos adultos y sus
padres, tal y como recoge el Proyecto de Investigación y Desarrollo
"Medimayor" del Imserso.
Es
importante resaltar, apunta María del Carmen Álvarez, secretaria judicial y
responsable de la Unidad Intrajudicial de Mediación de conflictos de Murcia,
«que se trata de un mecanismo donde las propias partes acuden voluntariamente a
un profesional de la mediación que las ayuda a que encuentren por sí mismas la
solución. Además de ser voluntaria —recalca— es confidencial: lo que se diga en
la mediación ahí se queda. El mediador actúa de forma totalmente neutral e
imparcial, y los participantes pueden abandonar el proceso si lo desean».
Lo
corroboran los datos aportados desde la Fundación Atyme. Hace dos años, y
después de una larga experiencia de mediación en separaciones y divorcios, esta
institución puso en marcha el Programa de Mediación Intergeneracional dirigido
a la tercera edad y, pese al desconocimiento encontrado en general hacia este
servicio, han logrado unos resultados muy positivos. De hecho, el 75% de los
casos atendidos, aseguran desde esta institución, alcanzan acuerdos, frente a
un 25% que no. Los que no consiguen acuerdos, explica Trinidad Bernal,
directora de programas de mediación de la Fundación Atyme, «suele ser porque no
acudieron a mediación todas las personas implicadas en los conflictos
planteados, haciendo imposible siquiera comenzar un proceso en el que se
responsabilizaran todos los involucrados».
Particularidades
de la vejez
Pese a las
dificultades, la mediación se ha convertido en un recurso especialmente valioso
en el ámbito de las personas mayores. «Es ideal para afrontar situaciones conflictivas
en las que las emociones están tan a flor de piel y donde la intervención de un
tercero imparcial resulta fundamental para ayudar a gestionarlas y reconducir
la comunicación. Necesitamos superar el paternalismo bien intencionado,
derivado de las ideas preconcebidas de la vejez, que impide que las personas
mayores expresen su opinión. Hagámosles partícipes y protagonistas de las
decisiones que les afectan», propone Noemi Peña, presidenta de la Asociación de
Mediadores para los Mayores y su Entorno (Amme), entidad especializada en el
tema.
Como Peña,
también Bernal considera necesario combatir varios conceptos: «Urge cambiar las
ideas sobre la vejez, y modificar estos clichés negativos, modificando ideas
que igualan decaimiento físico con imposibilidad de tomar decisiones». También
sería necesario, prosigue la experta de Atyme, «introducir un cambio de
mentalidad entre la población de lo que significa ser una persona mayor, para
que los mayores sigan decidiendo sobre sus vidas en la medida de lo posible,
con independencia de su edad». «Es un hecho que la demanda de este nuevo
servicio está creciendo —concluye—, a la par que crece una población de manera
rápida y que lo seguirá haciendo en los próximos años: la de los mayores».
—Quién
puede acudir a estos programas:
1. Quien
tenga discrepancias en cómo contribuir al cuidado de los padres o de un
familiar dependiente: Problemas ante las diferentes opiniones de varios
miembros de la familia sobre cómo atender a los padres mayores y también entre
los padres ante el cuidado de un hijo dependiente. Estos conflictos son mayores
si se incrementa el número de personas que intervienen.
2. O
desacuerdos a la hora de respetar la decisión de los padres.
3. O
problemas de los hijos relativos a las decisiones que toma uno de los padres
respecto al cuidado del otro padre o madre.
4. O
dificultades respecto a normas de convivencia de hijos que regresan al hogar de
sus padres como consecuencia de la crisis económica o por una situación de
divorcio.
«Pedimos
que haya un defensor del anciano»
Entrevista
con María del Carmen Medrano, presidenta de Fundación Atyme
La
invitación de la presidenta de la Fundación Atyme, María del Carmen Medrano, a
reflexionar sobre la desprotección que sufre el colectivo de mayores, es
llamativa: «es un grupo muy vulnerable y susceptible de abusos por parte de los
hijos, nueras o yernos». «No debemos perder de vista la realidad de desamparo
de tantos cuando no se dan las circunstancias de mutuo respeto y cariño con sus
familiares. En demasiadas ocasiones vemos que no se da esta situación, y se
produce un deterioro que les convierte en seres dependientes, con unas
circunstancias que no les permiten contar con apoyo ajeno a la familia, que a
lo mejor no tienen, que a lo mejor no puede o no quiere atenderlos...».
Históricamente,
prosige Medrano, la responsabilidad de hacerse cargo de las personas mayores
recaía en la familia y por diversas razones, «hoy no es así», asegura. «Y las
administraciones no suplen, con el debido cuidado, esta función, pudiéndose
decir que ni están ni se las espera». «En mi experiencia profesional –relata
Medrano–, nunca he podido entender que los padres no reciban razones
suficientes de sus hijos para sentirse tranquilos respecto a su futuro. ¿Cómo
es posible que no se hagan todos los esfuerzos por tener a unos buenos padres
como los chorros del oro?», se pregunta.
Pero esto,
asegura, forma parte del universo desolador de los mayores en la sociedad
actual. «Nos sentimos dueños de sus bienes y hasta de su tiempo, una situación
que conviene dar a conocer y cambiar». «Cuando vemos que se ha cometido una
barbaridad con un niño, como no, nos alarmamos y movilizamos a todos los
niveles, creando instituciones en su defensa. Por eso pedimos también que haya
un defensor del mayor, del anciano, para intervenir cuando nos llegan noticias
de personas mayores abandonadas que no se sostienen en pie».
La realidad
familiar
El hecho es
que vivir más y mejor ha dado lugar a un nuevo escenario familiar donde, según
la presidenta de la Fundación ATYME, surgen nuevos conflictos ocasionados por
la convivencia entre generaciones distintas, con valores e intereses diferentes
y que ponen en peligro la armonia familiar. «A esto hay que añadir que
resultados recientes indican cómo la forma de percibir la vejez y la propia
autopercepción de los adultos mayores tienen un gran impacto en el
funcionamiento de las variables cognitivas, socioafectivas y físicas necesarias
para tener una buena calidad de vida hasta el fin de la misma». La conclusión
de Medrano es que, además de las ayudas dirigidas a paliar las deficiencias
físicas de los mayores, «son necesarias otras que fomenten la seguridad
personal, eleven la autoestima y garanticen su capacidad de autodeterminación».
Carlota Fominaya. Abc.es. Madrid, España. 06/04/15