Quito,
Ecuador. El 25 de agosto, a los 90 años, falleció el
profesor Roger Fisher, fundador del Programa de Negociación de la Escuela de
Derecho de la Universidad de Harvard y autor principal, junto con William Ury,
de la Teoría de la Negociación por Principios o por Intereses, la más
influyente propuesta teórica en ese campo en tiempos modernos.
Junto con otras
grandes figuras intelectuales en el campo del manejo y la resolución de
conflictos, Fisher merece un sentido homenaje. Fue uno de los ilustrados
miembros de la primera, gran generación en ese campo que, a partir de la década
de 1960, formuló los marcos teóricos y metodológicos sobre los cuales este se
desarrolló. Además, como varios otros de esos grandes precursores, Fisher
participó activamente en procesos de paz y de reconciliación, en muchos lugares
del mundo, para inmenso beneficio de millones de seres humanos.
Más allá de sus
valiosas propuestas teóricas y del enorme despliegue de energía con el cual
buscó difundirlas y aplicarlas, Roger Fisher merece ser recordado por su
infatigable fe en la capacidad de los seres humanos para encauzar nuestros
conflictos hacia menor destructividad. Quienes entre nosotros nunca han sido
tocados por la violencia, en cualquiera de sus atroces manifestaciones, tal vez
sean incapaces de comprender el grado en el cual esta encoge y oscurece el
alma. Quienes sí la conocemos sabemos lo invalorable que puede ser ponerle fin
y abrir nuevos horizontes hacia lo que otro de los grandes precursores, el
Prof. Herbert C. Kelman, describe como “relaciones mutuamente constructivas”.
A través de sus
largos años de intervención en cientos de conflictos de todo orden y de variada
magnitud, Fisher enfrentó múltiples críticas y dudas. En el extremo, todo el
campo del manejo y la resolución de conflictos es visto por algunos como una
manifestación de torpes e infantiles ilusiones. “¿Crees, realmente”, me
preguntó alguna vez una escéptica interlocutora, “que los seres humanos podemos
vivir en paz?” Creo, como lo creyó Roger Fisher, que sí. No creo que es fácil
llegar ahí. Más aún, creo que para muchos, muchísimos de nosotros es muy
difícil. Pero sí es factible, y el legado de Fisher constituye uno de los
elementos valiosos.
Resulta
particularmente apropiado recordar y celebrar la obra benéfica de Roger Fisher,
quien me honró con su amistad, en este momento en que el Estado de Colombia ha
anunciado el inicio de un proceso de negociaciones que pudiera conducir a la
paz en ese atribulado país. La poderosa obra intelectual de aquel gran hombre,
los notables logros de paz que esta hizo posible, y el espíritu generoso que la
inspiró, son fuentes de cautelosa esperanza para ese y otros procesos de
construcción de la paz.
Jorje H. Zalles.
El Comercio.com. 03/09/2012
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