Sevilla, España. La figura del mediador, ya sea familiar, vecinal o de cualquier otra índole, ha adquirido una notable importancia en los últimos años debido a la «cultura del conflicto», que se ha instalado en la sociedad.
Así lo confirmaba ayer Javier Alés Solís, profesor del Departamento de Derecho Público de la Universidad Pablo de Olavide (UPO), director del Máster en Mediación de la UPO y especialista en Mediación Familiar, durante el seminario sobre mediación en conflictos que se está impartiendo en los cursos de verano de la UPO en Carmona.
Alés explica claramente la tendencia: «Vivimos en una cultura del conflicto en la que, cuando las personas tienen un problema, acuden a denunciar y no a dialogar». Esta transformación de las conductas sociales ha generado la necesidad del mediador profesional, para el que reclama «un grado universitario específico», así como la integración de la mediación en el sistema educativo para inculcar desde la infancia «la resolución de los trapos sucios en casa, evitando sacar los problemas y judicializar el conflicto».
Además de la profesionalización de la figura del mediador, las leyes también evolucionan. En este sentido, Alés destacó el proyecto de ley que se viene desarrollando en torno a la mediación y el arbitraje en España, y que reconocerá los acuerdos celebrados en mediación como ya juzgados sin necesidad de revisarlos en los tribunales.
El trabajo que se realiza en Sevilla en tema de mediación está siendo de sobresaliente. De hecho, el Máster de Mediación de la UPO y la Asociación Andaluza de Mediación Familiar han sido reconocidos con el título honorífico «Embajador de la Paz argentina», otorgado por la Fundación Cereco Embajada por la Paz. «Es un reconocimiento a estos nueve años de trabajo por la paz», que premia a la ciudad de Sevilla. Este título no supone un punto final, sino un impulso para seguir abordando los problemas. Ahora se centran en la integración del colectivo gitano e inmigrante.
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