Cada vez me doy más cuenta que
la “borrachera de éxito” que parece rodear a todo lo tocante con la mediación
de conflictos y que nos produce un estado de éxtasis puede desembocar en el vértigo
más desconcertante. Confío que a estas alturas percibamos con claridad que el
éxito del proceso de la mediación no está en el mediador, ni en las técnicas
que use, y mucho menos en el acuerdo alcanzado; sino en que las partes tomen
conciencia de que en el proceso que han realizado han sido rescatadas en su
conflicto y que su acuerdo o no acuerdo, no es más que la materialización de
ese rescate.
Partiendo de esa premisa,
retomo y amplio algunas ideas que Anne Shields expone en el diario digital
británico www.personneltoday.com para acercarme a los factores que pueden
convertir A la mediación en un sonado fracaso.
Una primera causa que lleva al
fracaso de la mediación y que bloquea cualquier acercamiento de las partes es
que éstas perciban la falta de confidencialidad por parte del mediador o que
surjan dudas serias de que la información que se aporte va a ser utilizada en
su contra. Entramos en terreno sagrado, puesto que la confianza en el proceso
de mediación se centra en el principio de confidencialidad que el mediador y
las partes se han comprometido a seguir durante todo el proceso. La falta de
discreción, aceptar confidencias de alguna de las partes para “inclinar” la
balanza o que la información que aparezca a lo largo del proceso sea utilizada
o manipulada de forma torticera por alguna de las partes en un posterior
proceso judicial dinamitan de base la mediación.
Pero no solo la falta de
confidencialidad puede hacer fracasar el proceso. Si el mediador no es neutral,
comienza a sugerir acuerdos, a dar su opinión sobre los mismos, a “manipular” a
las partes para llegar a un acuerdo o a imponer su criterio aquella reunión
puede ser cualquier cosa (negociación, arbitraje, discusión acalorada, consulta
legal…) menos una mediación. Es cuando el mediador pasa de ser el tercero
neutral que ayuda en el proceso de rescate individual a ser el “bombero
pirómano” puesto que lo más seguro es que avive el conflicto y lo cronifique
más. Me atrevo a decir que si las partes llegaran a firmar algún acta de
acuerdos éstos quedarán en papel mojado ya que al no “ser suyos” no se sienten
ni comprometidos, ni vinculados a su cumplimiento. Eso sí el mediador es
posible que en su hoja de servicios refleje un “éxito” más por los acuerdos que
“él” ha logrado.
Nos abre la puerta a otro de
los motivos que llevan a la mediación al fracaso. Me refiero a la existencia de
falsas expectativas por parte del mediador de conflictos. Cuando éste se
posiciona en la necesidad a ultranza de alcanzar un acuerdo, o como
intermediario de la información, o como “desbloqueador” de situaciones
conflictivas posiblemente haya perdido el norte. Las partes pueden percibir un
excelente comunicador, o un profesional que maneja estrategias y técnicas
“mágicas”, pero si terminan el proceso de la mediación sin tomar conciencia de
que han sido rescatadas de forma individual en su conflicto no habrán servido
para nada las técnicas, la magia, las estrategias. Puro humo.
Junto a estas causas la
mediación estará llamada al fracaso cuando las partes no acuden al proceso
motivados y con el compromiso personal de afrontar el conflicto. Es necesario
que desde los primeros pasos se respete y valore la voluntariedad de cada una
de las partes para iniciar el proceso de mediación. Sin lugar a dudas que a lo
largo de las sesiones y fases del proceso alguna de las partes puede perder la
motivación y mostrarse reticente a afrontar el trabajo de buscar soluciones al
conflicto, pero si éste inicia viciado y las partes acuden “obligadas” se
mostrarán pasivas y a la espera que otro, el mediador, resuelva sus problemas.
El principio de la voluntariedad refuerza la idea del rescate individual ya
que, al igual que ocurre con el enfermo que colabora de forma activa y positiva
en recuperar la salud, sólo el que desea ser rescatado logra su objetivo.
No puedo terminar estas
reflexiones sin mencionar otro de los peligros que llevan la mediación al
fracaso y que nos sitúan en las puertas del vértigo: la mediocridad del
mediador.
Me refiero sobre todo al
peligro de la mediocridad de la formación recibida y que le habilita para
ejercer como mediador. Insisto que esta realidad nos sitúa en una posición de
vértigo y no me hace ser demasiado halagüeño con el futuro de la mediación de
conflictos en nuestro entorno. Aquel que crea que un profesional en unas
escuetas sesenta horas de formación reconocidas por la ley va a lograr entender
qué es eso de rescatar a las partes en su conflicto y que la mediación es un
cambio de paradigma creo que se está engañando, no está siendo coherente y está
vendiendo humo. Ya lo puede envolver de renombre, de títulos, de carnets y
registros oficiales de mediadores pero no puede perder de vista que aprender a
usar técnicas es posible en ese tiempo, entender qué es la mediación no.
Alfonso Fabregat Rosas.
Mediador familiar. Miembro del equipo de Acuerdo Justo.
Alfonso Fabregat Rosas. DiarioJurídico.com 30/09/13
http://www.diariojuridico.com/opinion/mediacion-de-conflictos-del-extasis-al-vertigo.html
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