Piura, Perú. Durante 7 años (1977-1983), tuve el privilegio de desempeñarme como Perito de Asistentes Sociales, en el entonces Juzgado de Menores de Piura, (Hoy, Juzgado de familia). Como perito tuve la oportunidad de conocer en causas de Patria potestad, Tutela, Adopción, Emancipación. Desarrollé funciones de investigación y diagnóstico de la problemática familiar y social, en que se desenvolvía el menor que requería apoyo. Información que plasmaba en un informe y alcanzaba al Juez de Menores, el que le ayudaba a discernir sobre el dictado de las medidas a tomar a favor del menor. Sustentar el informe, significó horas de pláticas tiernas y enriquecedoras con la siempre estimada Dra. Mery Pezo de Núñez y el entonces secretario de Juzgado Don José Castro Pacherre.
En cumplimiento de la función, realicé visitas domiciliarias para conocer la realidad socio-familiar de los litigantes. Dialogar con padres y madres que litigaban por la tenencia de sus hijos menores, fue una experiencia delicada y muchas veces dolorosa (tener que sugerir recomendaciones respecto al destino de un menor, separarlo físicamente de uno de sus padres; siempre es doloroso). En ese diálogo con padres y madres, pude descubrir que muchas veces en el fondo de esa pelea, en la pareja litigante, existían sentimientos de afecto, amor. Sentimientos que se habían congelado en el tiempo como consecuencia del trato inadecuado y por la falta de preparación para enfrentar los problemas cotidianos propios del desarrollo familiar. De ahí, que durante las visitas, más allá de indagar sobre los datos que requería para elaborar el informe, sostuve con los litigantes extensas y profundas conversaciones tratando que ellos identificaran el momento, los hechos que permitieron que sus sueños, su amor de pareja que les llevó a formar una familia, se desvanecieran y complicaran sus funciones parentales. Este esfuerzo, permitió muchas veces que la pareja se reacomodara, decidiera darse una segunda oportunidad y continuara su vida familiar.
Esta experiencia, valió para que en mi Trabajo de Investigación para optar el Título de Licenciada en Trabajo Social, sustentado ante la Pontificia Universidad Católica del Perú (1983), planteara que: “Que, existiendo muchas familias que por falta conocimiento y orientación tienden a convertir situaciones críticas, propias del desarrollo familiar, en problemas serios, con consecuencias funestas para los hijos, se recomienda que antes que el Juez de Menores dicte medidas; estas familias deberían ser entrevistadas y asesoradas por un profesional de familia”.
Cuando La Ley de Conciliación N° 26872, (Octubre 1997) incluyó familia, como una de las materias a conciliar, consideré que se abría una nueva esperanza para mejorar el sistema familiar. El Decreto Supremo N° 005-2010-JUS, ha permitido que la Conciliación familiar, sea una realidad para nuestra querida Piura, desde el 1 de Noviembre 2010. Conciliar en familia, es una función muy delicada y de gran responsabilidad humana. El profesional que concilie en familia, además de requerir una formación seria en este campo, debe tener presente que las personas que están sentadas frente a él, están invadidas por emociones encontradas, sienten rencores, frustraciones por no haber construido bien su relación de pareja. Es posible que muchos llegaron hasta ahí, porque se dejan llevar por “el tonto orgullo”, que con frecuencia es causante de la destrucción de hogares. Y, es probable que todo lo negativo que dice el uno del otro, o el deseo de querer sacar mayor ventaja durante el proceso conciliador; sea solo producto de la cólera, de su decepción. Y, es muy posible también, que a pesar de toda esa pelea “aún se amen”.
Por ello, basándome en la experiencia de orientar familias, creo que es sumamente importante que cuando el Conciliador Familiar, empiece a “tender puentes” para acercar y reconocer necesidades e intereses, tenga presente que las personas y especialmente la pareja necesitan satisfacer primero las necesidades emocionales. (Willard, H., 2006).
Tal vez algún Conciliador Familiar, que no está suficientemente preparado aún para esta función, piense que es mejor ser práctico y que no vale la pena complicarse la vida, conociendo problemas privados de las familias con que trabaja. Pero debemos tener presente, que los Conciliadores Familiares, sí debemos complicarnos la vida, porque somos conciliadores “especiales” que trabajamos con la familia, y para hacerlo tenemos que ingresar a su mundo privado, un mundo de sentimientos, emociones. Un mundo esencialmente humano.
La Conciliación familiar, es ya una realidad en nuestra querida Piura, y puede ser la gran oportunidad de fortalecer el Sistema familiar, que es la matriz del desarrollo psicosocial del hombre y la célula fundamental de la Sociedad (Minuchin, S., 1988).
Francisco Meléndez Segura. El tiempo.pe.4/2/2011
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