Las partes en el conflicto se ubicaron en sus esquinas desde el inicio de la protesta. De un lado, los camioneros utilizaron las vías de hecho para arrinconar al Gobierno Nacional, que días atrás había promulgado los decretos que eliminaban la tabla de fletes y definía el nuevo régimen de libertada vigilada del sistema de costos del transporte de carga. Del otro, el Ministerio de Transporte condicionaba la apertura de las mesas de diálogo y concertación al levantamiento del paro camionero. Este escenario era propicio para la mediación de un tercero que, por su carácter neutro, pudiera promover un consenso en torno de una solución negociada.
De acuerdo con una encuesta realizada entre los 30 principales mediadores en Estados Unidos, la mediación puede ser exitosa hasta en un 80 por ciento si se focaliza en tres aspectos: la habilidad de generar empatía entre las partes; la creatividad para desarrollar soluciones mutuamente aceptables y el despliegue de infinita paciencia para no rendirse jamás.
El vicepresidente Angelino Garzón, de probada experiencia en las canteras del sindicalismo colombiano y los organismos internacionales, demostró que tiene las condiciones para ser un mediador de primera línea. Las pruebas están al canto. Su intervención fue decisiva para conjurar el paro. Sin embargo, la mediación en este conflicto, que velozmente se convirtió en un problema de orden público, tiene otra arista que lo transforma en un caso digno de análisis.
Los informes de prensa dan cuenta de cómo las negociaciones para acabar el paro camionero colapsaron poco antes de la medianoche del pasado jueves. Cobraban entonces valor incalculable las serias advertencias del presidente de la República, Juan Manuel Santos, difundidas horas antes desde el Foro Conservador reunido en Villa de Leyva, según las cuales fijaba la medianoche como la hora cero para el desbloqueo de las calles.
La exhortación del presidente Santos fue determinante para el levantamiento del paro camionero; evidenciaba que la resolución de un conflicto de este tipo comprende simultáneamente el poder para defender los intereses nacionales y el uso del poder legal para implementarlos. Esta estrategia dual, identificada magistralmente por Deepak Malhotra en un artículo publicado por el Programa de Negociaciones de la Universidad de Harvard, titulado Negotiate or Litigate, nos recuerda que la negociación y la fuerza no son necesariamente incompatibles; por el contrario, su combinación estratégica puede generar, como en el paro camionero, el escenario idóneo para que la parte en conflicto entre en razón, como finalmente ocurrió con los camioneros nacionales.
Andrés Espinosa Fenwarth. Portafolio.com.co. 22/2/2011
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