Mundo Mediación Notas sobre Mediación
Tarragona, España. La mediación es una alternativa para resolver conflictos vecinales sin recurrir a la justicia. Desde la neutralidad, este perfil procura una solución pacífica fomentada en el diálogo y la comprensión
«Somos una alternativa a la justicia tradicional, una vía para no saturar todavía más de trabajo a los jueces y solucionar los conflictos sin tener que pasar por un juzgado», cuenta Arancha Gil, una de las 28 personas que han participado en un curso de 244 horas para formarse como mediadores sociales.
A base de teoría y práctica, han recibido una formación en este rol que vela por la convivencia vecinal y la búsqueda pacífica de acuerdos en un conflicto. «La mediación es un sistema rápido, económico y eficaz. Es mejor solucionar un problema amistosamente y siempre tiene que haber una especie de árbitro que gestione, con herramientas como el diálogo y la escucha activa», añade Genoveva Montiel.
La filosofía del mediador se apoya en la voluntariedad de las partes en conflicto, la neutralidad, la imparcialidad y la ausencia de autoridad. «Nos movemos las tres partes en la horizontalidad», afirma Maria Noguera, otra de las asistentes al curso. Trabajadores sociales, psicólogos o simplemente personas interesadas pasaron por este curso, que acabó aglutinando todo tipo de perfiles aunque en principio estaba dirigido a mujeres en paro.
‘Creemos en la comunicación’
Estas iniciativas ayudan a regular una labor que hasta ahora se ejercía sin control. El objetivo de estas personas es ser contratadas por alguna administración. Ellas, a base de psicología, han aprendido los entresijos para intervenir en todo tipo de conflictos, a excepción de los delitos de sangre y la violencia doméstica. «Creemos en la comunicación, en que sean las dos partes las que alcancen un acuerdo. El mediador nunca puede ponerse de un bando ni dar un veredicto. Un conflicto no tiene por qué ser algo negativo, es un momento para crecer y cambiar», cuenta Arancha.
El modus operandi se fundamenta en la palabra. «Hablas con uno, con otro y luego intentas que ellos coincidan y conversen para llegar a un acuerdo», añade Trinidad Torres, vicepresidenta de la Associació Gitana de Tarragona. El pacto a veces se materializa en un convenio y otras veces no. «Siempre se consigue algo. Cuando se ha hecho el acercamiento, siempre cambia algo en la relación entre las dos partes», cuenta Maria Noguera.
En una sociedad donde la inmigración está cada vez más presente, la mediación se antoja primordial para tutelar la diversidad cultural y étnica. La formación de los gitanos como mediadores es otro punto clave. Trinidad Torres y Manuela Algar han participado en el curso. «El pueblo gitano necesita mediadores que tengan más facilidad para encontrar una solución. Tenemos la figura del patriarca pero ya es hora de que la mujer se adentre en este mundo», comenta Manuela.
La hora de las prácticas
Tras las clases, tocó poner en práctica los conocimientos adquiridos y vivir de primera mano los conflictos vecinales. «A mí me enviaron a Campclar y había que intervenir en casos casi cada día», explica Manuela Algar: «Recuerdo que en en los bloques arrancaban las puertas de aluminio porque era un material que luego se vendía. Se sustituían las puertas pero luego se las volvían a llevar, hasta que llegamos a la conclusión, hablando con los vecinos, de que la solución era poner puertas de madera. Así lo hicimos y ya no las robaron».
Genoveva y Arancha hicieron las prácticas colaborando como mediadoras con la Guàrdia Urbana mientras que Maria se dedicó a la prevención en Reus: «Intervine antes de que llegara el conflicto, repartiendo folletos e informando por los barrios marginales de la ciudad». La experiencia resultó muy gratificante. «Los implicados deben poner de su parte. Eso sólo se consigue escuchando al otro», concluye Manuela.
Nota de Raúl Casano publicada el 1 de Febrero de 2010 en el sitio "Diario de Tarragona.com"
http://www.diaridetarragona.com/tarragona/039134/palabra/lugar/juicio
«Somos una alternativa a la justicia tradicional, una vía para no saturar todavía más de trabajo a los jueces y solucionar los conflictos sin tener que pasar por un juzgado», cuenta Arancha Gil, una de las 28 personas que han participado en un curso de 244 horas para formarse como mediadores sociales.
A base de teoría y práctica, han recibido una formación en este rol que vela por la convivencia vecinal y la búsqueda pacífica de acuerdos en un conflicto. «La mediación es un sistema rápido, económico y eficaz. Es mejor solucionar un problema amistosamente y siempre tiene que haber una especie de árbitro que gestione, con herramientas como el diálogo y la escucha activa», añade Genoveva Montiel.
La filosofía del mediador se apoya en la voluntariedad de las partes en conflicto, la neutralidad, la imparcialidad y la ausencia de autoridad. «Nos movemos las tres partes en la horizontalidad», afirma Maria Noguera, otra de las asistentes al curso. Trabajadores sociales, psicólogos o simplemente personas interesadas pasaron por este curso, que acabó aglutinando todo tipo de perfiles aunque en principio estaba dirigido a mujeres en paro.
‘Creemos en la comunicación’
Estas iniciativas ayudan a regular una labor que hasta ahora se ejercía sin control. El objetivo de estas personas es ser contratadas por alguna administración. Ellas, a base de psicología, han aprendido los entresijos para intervenir en todo tipo de conflictos, a excepción de los delitos de sangre y la violencia doméstica. «Creemos en la comunicación, en que sean las dos partes las que alcancen un acuerdo. El mediador nunca puede ponerse de un bando ni dar un veredicto. Un conflicto no tiene por qué ser algo negativo, es un momento para crecer y cambiar», cuenta Arancha.
El modus operandi se fundamenta en la palabra. «Hablas con uno, con otro y luego intentas que ellos coincidan y conversen para llegar a un acuerdo», añade Trinidad Torres, vicepresidenta de la Associació Gitana de Tarragona. El pacto a veces se materializa en un convenio y otras veces no. «Siempre se consigue algo. Cuando se ha hecho el acercamiento, siempre cambia algo en la relación entre las dos partes», cuenta Maria Noguera.
En una sociedad donde la inmigración está cada vez más presente, la mediación se antoja primordial para tutelar la diversidad cultural y étnica. La formación de los gitanos como mediadores es otro punto clave. Trinidad Torres y Manuela Algar han participado en el curso. «El pueblo gitano necesita mediadores que tengan más facilidad para encontrar una solución. Tenemos la figura del patriarca pero ya es hora de que la mujer se adentre en este mundo», comenta Manuela.
La hora de las prácticas
Tras las clases, tocó poner en práctica los conocimientos adquiridos y vivir de primera mano los conflictos vecinales. «A mí me enviaron a Campclar y había que intervenir en casos casi cada día», explica Manuela Algar: «Recuerdo que en en los bloques arrancaban las puertas de aluminio porque era un material que luego se vendía. Se sustituían las puertas pero luego se las volvían a llevar, hasta que llegamos a la conclusión, hablando con los vecinos, de que la solución era poner puertas de madera. Así lo hicimos y ya no las robaron».
Genoveva y Arancha hicieron las prácticas colaborando como mediadoras con la Guàrdia Urbana mientras que Maria se dedicó a la prevención en Reus: «Intervine antes de que llegara el conflicto, repartiendo folletos e informando por los barrios marginales de la ciudad». La experiencia resultó muy gratificante. «Los implicados deben poner de su parte. Eso sólo se consigue escuchando al otro», concluye Manuela.
Nota de Raúl Casano publicada el 1 de Febrero de 2010 en el sitio "Diario de Tarragona.com"
http://www.diaridetarragona.com/tarragona/039134/palabra/lugar/juicio
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