-Mediación Familiar-Marisa y Fernando (nombres ficticios para preservar su verdadera identidad), quince años juntos y la mitad de ellos de matrimonio. Hace dos años, la relación dio al traste. Y con dos pequeños de 2 y 5 años en el mundo. Gritos, insultos, malos modos... y los tribunales de por medio. Hasta que un juez de familia de la Audiencia Provincial de Madrid dio un golpe en la mesa, cogió el teléfono y comunicó con el Centro de Apoyo a las Familias (CAF). Al otro lado, Miguel Hierro, un psicólogo y mediador que desde ese momento asumió el caso. El magistrado, harto de la falta de entendimiento de la pareja, hasta en lo básico (¿quién paga el IBI?), optó por derivarles a los profesionales.
Marisa rememora la primera vez que llegó a este centro cerca de la madrileña plaza de Legazpi (Paseo del Molino, 11) y dependiente del Ayuntamiento de la capital: «Estábamos inmersos en un juicio de faltas y no hacíamos más que pelear y pelear. Visto lo visto, el juez nos debería haber mandado antes aquí, porque lo nuestro había entrado en una dinámica perversa». El matrimonio proviene de Móstoles, donde se presentaron las primeras denuncias. En la historia de esta pareja hay detalles escabrosos que no se contarán en este reportaje pero que justifican con creces que el juez tomara esa determinación.
En tratamiento psicológico
Marisa (34 años), en tratamiento psicológico simultáneo a la mediación familiar, recuerda que «hemos venido una vez al mes durante dos años y fuimos nosotros los que propusimos los objetivos a los que deberíamos llegar». Algunos jueces han reclamado a este servicio, gestionado por una ONG llamada «Asociación de Bienestar y Desarrollo», un informe sobre determinada familia. Pero, como explica Laura Piñeiro, directora de este centro, la petición se ha denegado puesto que «si así lo hiciéramos, este recurso perdería su naturaleza voluntaria y las parejas dejarían de venir».
Además, en caso de que una vez puesto en marcha el proceso se descubriera algún problema legal con niños, o asuntos de malos tratos o menores en riesgo, el CAF inmediatamente remitiría el caso a Servicios Sociales para que se tomaran medidas mayores.
«Una sola llamada de él para interesarse por sus hijos acababa en discusión. Ellos ya se habían acostumbrado»
«Una sola llamada de él para interesarse por sus hijos acababa en discusión. Ellos ya se habían acostumbrado»
Marisa es enfermera. Resuelta y segura de sí misma, relata a ABC que no siempre fue así su vida y que llegó a temer por el bienestar de sus dos pequeños, que presenciaban continuas broncas entre sus padres. Hasta el punto de que «una sola llamada de él para interesarse por sus hijos derivaba en una discusión. Ellos ya se habían acostumbrado a eso, sobre todo la niña, que es la mayor». Cuando el mediador conoció el problema, algunos aspectos pasaron al asesoramiento legal de una abogada del centro. «Pero sólo nos ceñimos al asesoramiento -aclara Hierro-, dado que la pareja ya tenía sus propios abogados que estaban siguiendo la tramitación judicial».
El servicio de mediación consiguió que Marisa y Fernando se entendieran en el reparto de los niños, sin gritar, sin insultos. Los acuerdos a los que han llegado se redactarán en un documento que se puede incorporar a la sentencia del juez y, como todo fallo, tendrá un ulterior valor legal.
Hermanos enfrentados
Al año pasan por este centro más de 1.400 familias que piden ayuda. Y de todo tipo, además. Laura Piñeiro cuenta que hay casos de hermanos con problemas de relación por culpa de una herencia; hijos rebeldes con dificultades de comportamiento con respecto a sus padres; incluso amigos cuyos enfrentamientos se acusan también en el seno de las familias...
El CAF está compuesto por media docena de salas, alguna de ellas destinada a albergar los encuentros entre una pareja malavenida y el mediador o los mediadores (a veces la problemática es interdisciplinar y requiere la presencia de todo un equipo psicosocial). ¿Quién no conoce a alguien que ha tenido una madre que se niega a que le cuide una señora? y ¿quién no sabe de una abuela renuente a acudir a una clínica para que le traten su patología? Pues bien, cuando estos problemas cotidianos se convierten en obstáculos insalvables para una buena convivencia es cuando se puede acudir a estos servicios gratuitos y eficaces.
Pero todavía queda algo por saber de la historia de Marisa y Fernando: ahora sus dos niños ya no presencian broncas e, incluso, cuando llama papá descubren que mamá ya no grita. Algo es algo.
Nota de MAYTE ALCARAZ publicada el Martes, 20-01-09 en el sitio "abc.es"
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