Aunque es
consciente del profundo desconocimiento que todavía existe sobre la materia,
Ortuño se muestra optimista en cuanto al avance de este método alternativo de
resolución de conflictos y cree que la gestión del nuevo ministro de Justicia
irá por el buen camino.
Pascual
Ortuño es un entusiasta de la mediación. Magistrado de la sección 12ª de la
Audiencia de Barcelona y fundador de la sección española del Grupo Europeo de
Magistrados por la Mediación, acumula una extensa carrera relacionada con este
método alternativo a la vía judicial de resolución de conflictos.
Aunque es
consciente del profundo desconocimiento que todavía existe sobre la materia,
Ortuño es optimista en cuanto al avance de este sistema, así como confía en que
la gestión del nuevo ministro de Justicia irá por el buen camino a base de
“trabajar con consenso, sentarse en la mesa y buscar soluciones”.
Al margen
de su actividad como magistrado, Ortuño también dedica gran parte de su tiempo
a divulgar conocimientos sobre este método. El próximo 10 de octubre lo hará en
Maliaño (Cantabria), donde tendrá lugar la II Jornada Solidaria de Mediación,
organizada por la Asociación de Mediación de Cantabria (AMECAN). Allí, el
magistrado dará una ponencia sobre el impulso de la mediación desde los
tribunales de justicia.
¿Qué nos
puede avanzar sobre su intervención?
Voy a
centrar la ponencia en el papel que tienen los tribunales para que la
mediación, como sistema alternativo a la vía de confrontación judicial, pueda
ir avanzando. Parece una contradicción que desde el sistema judicial demos el
mensaje a la ciudadanía de que hay otros caminos para la satisfacción de los
derechos, diferentes a la vía contenciosa, pero no lo es.
Lo que
ocurre es que vivimos en una sociedad en la que, por una serie de razones
históricas, ha habido un incremento de la litigiosidad hasta el punto de que
los tribunales no pueden prestar el servicio que la sociedad necesita. Es como
si todos los enfermos quisieran ir al hospital a que los operaran y des del
hospital adoptaran una serie de medidas para decirles que hay otras medidas
menos agresivas que el quirófano y que además pueden ser muchos más eficaces.
A pesar de
lo que comenta, hay muchas instituciones dedicadas a la mediación y profesionales
acreditados pero da la sensación que los clientes no son suficientes para tanta
oferta. ¿Cree que ha llegado ese auge de la mediación del que tanto se hablaba?
Creo que no
hay una efectiva demanda porque tampoco hay servicios de mediación prestigiados
que ofrezcan estas posibilidades. Sobre todo, porque no se conocen. La
formulación de esta metodología es relativamente nueva, y en consecuencia,
tiene que competir con unas formas de entender los conflictos, participar y
actuar en ellos, que ya está muy consolidada. Se ha dado el mensaje a los
ciudadanos de que el sistema de justicia consiste en que, cuando un ciudadano
tiene un problema, puede ir a un tribunal y el juez le va a dar una solución
pero ese sistema es propio de sociedades autoritarias. Y la mediación es lo
contrario. Lo que pretende es devolver a los ciudadanos la posibilidad de
gestionar los conflictos.
¿Por qué no
está teniendo el desarrollo esperado?
Simplemente
por el desconocimiento por parte de los ciudadanos, de quienes tienen como
función profesional primordial la gestión de los conflictos, que son los
abogados y porque no hay instituciones de mediación que estén consolidadas y
prestigiadas.
En cuanto a
los ciudadanos, porque se prefiere quitarse responsabilidades de encima y que sean
otros los que los gestionen. En cuanto a los abogados, porque en las facultades
de derecho no se ha estudiado medios alternativos ni técnicas de negociación
hasta hace muy poco tiempo. Las herramientas de negociación que tienen
incorporadas los abogados siempre van dirigidas a que el otro se rinda. Estamos
dispuestos a hacer a algún tipo de concesión pero eso no es lo que preconiza la
mediación. Lo que preconiza es precisamente trabajar los conflictos con las
personas que están en ellos para buscar una solución donde no haya ningún
vencedor ni ningún vencido sino que las dos partes puedan buscar una salida que
sea efectiva y favorable.
La última
cuestión es que no hay instituciones de mediación. Es cierto que en los últimos
años ha habido bastantes personas que han hecho cursos de mediación. Pero la
mediación no es solamente un conjunto de conocimientos teóricos o un conjunto
de fórmulas, normas, pautas y paradigmas de actuación. Sobre todo, es una
práctica. Es igual que si nosotros queremos hacer una liga de fútbol. Podemos
estudiar las reglas del fútbol, pero si no tenemos una cancha donde jugar,
sabemos que faltará la práctica. La mayor parte de las personas que, con un
esfuerzo tremendo, han querido formarse en mediación, han recibido una
formación eminentemente teórica porque al no haber mediaciones no han hecho
prácticas. Es la pescadilla que se muerde la cola. Al no haber práctica, no hay
mediadores excelentes. Y al no haber mediadores excelentes, no están
prestigiadas las instituciones socialmente. De lo que se trata es de buscar las
fórmulas para derivar algunos casos a la mediación y supervisar el proceso para
que las mediaciones se hagan bien hechas y podamos ir avanzando poco a poco.
¿Considera
que debería obligarse mediar en algunos casos, como ocurre en otros países?
Las medidas
obligatorias de acudir a un método como la mediación no suelen ser muy
eficaces. La esencia de la mediación es la voluntariedad, la predisposición al
diálogo. Si estás obligando a una persona a que pase por este tipo de
procedimiento, va a ir a disgusto y no va a querer colaborar. Creo que la
obligatoriedad no es un método adecuado. Pronto se convierte en un trámite
burocrático que, como tal, se desprestigia.
Por
ejemplo, nosotros tuvimos la conciliación obligatoria en el Código de
Procedimiento durante muchos años y fue un fracaso. Se convirtió en un
estereotipo en el que se iba, se hacía una comparecencia y se decía “me opongo
porque la otra parte no tiene razón y tiene un comportamiento temerario”. Y ya
está. Eso, sin embargo, consumía días y un trámite. Tenemos también la
conciliación laboral previa a ir a los juzgados de lo laboral en los conflictos
individuales de trabajo, que también se ha convertido en un trámite burocrático
donde no se trabajan los conflictos en profundidad. Es preferible buscar
medidas que, indirectamente, favorezcan la mediación. Desde la persuasión de
los ciudadanos a convencer a los abogados de que antes de plantear problemas
por la via contenciosa intenten con la mediación.
Tenemos
comprobado que cuando los abogados participan en un proceso de mediación y ven
que funciona se hacen los primeros propagandistas de la mediación y entusiastas
de ella. Porque ven que en muy poco tiempo pueden prestar un excelente servicio
a sus clientes, que ellos no pierden su papel ni tampoco pierden la función de
su profesión, ni, lógicamente, los legítimos intereses como profesionales.
Profesionales
como los psicólogos o trabajadores sociales se quejan de que la mayor parte de
acuerdos que se han hecho con el Consejo General del Poder Judicial son con
profesionales del derecho. ¿Cree que los juristas están mejor preparados o se
está tratando injustamente a los demás?
Lo que pasa
es que se parte de un error de concepto. La mediación desde los tribunales no
es la única que existe y no va a consistir en que los tribunales se descarguen
de trabajo enviando casos a los mediadores, como si fueran pequeños jueces.
Siempre hay muchísimos conflictos donde sea que vayas y hay que solucionarlos
allí donde están.
Por
ejemplo, los administradores de comunidades de propietarios pueden tratar los
conflictos in situ con métodos de mediación. Esos problemas ya no irán al
juzgado y no hará falta que los devuelva. Los psicólogos también ven conflictos
que podrían solucionarse con mediación. Y los notarios se encuentran con muchos
conflictos, como actas que se levantan entre socios que se llevan mal,
problemas de herencias o compraventas que se han de impugnar. Allí pueden
intervenir. Partir de la base de que todos los conflictos están en los juzgados
es un error.
¿La Ley de
Tasas ha influido de alguna forma en la mediación?
No se ha
notado en absoluto. La ley de tasas ha supuesto un recargo pero cuando una
persona ve que no hay otra solución que ir a los tribunales no se plantea ir a
la mediación. Sacan dinero de debajo de las piedras o se come el conflicto.
Pero no por evitar pagar la tasa se va a ir a mediación, entre otras cosas,
porque la mediación también cuesta dinero.
Quien lanzó
la idea de que con las tasas se acudiría a la mediación no sabía lo que era la
mediación. Y tampoco hizo muchos esfuerzos sociológicos, ni de sociología
jurídica, para saber que cuando una persona está empecinada en un conflicto, no
la van a parar los 50 o 100 euros que tienen que pagar para ir a los juzgados.
¿Qué le ha
parecido la dimisión del entonces ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón?
Me ha
parecido natural porque el ministro Gallardón ha enfrentado a todos los
sectores de la justicia, ha intentado hacer un montón de cosas y que se notara
su gestión ante el Ministerio, pero ha cometido el error de que quién mucho
abarca poco aprieta. Al final, en la realidiad, efectivo ha hecho poco y allí
donde ha incidido lo ha hecho a medias, como fue la Ley de Mediación, la Ley de
Tasas o el recorte drástico del personal judicial, la eliminación de los jueces
interinos, que ha representado un ERE encubierto en la Administración de
Justicia provocando un colapso de la justicia insalvable.
Creo que el
motivo concreto por el que ha dimitido es la excusa para apartarse de ahí
porque ya hace meses que su gestión ante el Ministerio estaba devaluada y
criticada por todo el mundo, incluso por los diputados del propio Partido
Popular. Se necesitaba, desde luego, una orientación nueva del ministerio que
vaya a por la eficiencia y también a por el diálogo.
El ministro
Gallardón no ha sido nunca partidario de la mediación: todo lo ha impuesto. No
se pueden hacer grandes reformas de la Justicia imponiendo. Hay que negociar,
hay que mediar, ilusionar a los profesionales que trabajan en el ámbito de la
Justicia de que es posible solucionarlo pero con medidas racionales y con la
ayuda y el empuje de todos.
¿Cuáles son
los principales retos de la Justicia española?
Creo que el
reto más importante que tiene es la puesta en marcha de una nueva oficina
judicial y una racionalización del trabajo y de la estructura de la planta
judicial, para adaptarlo a los medios en los que vivimos. Tenemos una
estructura de la Administración de Justicia del siglo XIX, basada en pequeñas
oficinas judiciales, cuando hoy hace falta todo lo contrario: trabajo en
equipos, especialización de todos los operadores -incluidos los abogados- ,
racionalización de medios e inclusión de métodos alternativos.
El nuevo
ministro de Justicia, Rafael Catalá, decía esta semana que una de sus
prioridades sería “analizar” y “mejorar” la aplicación de las tasas judiciales.
¿Cree que ésta debe ser una de las prioridades?
Lo de las
tasas fue una medida que no solucionó nada. Tampoco ha sido tan drástica; habrá
que ajustarla, pero como otras tantas cosas. Los retos que se tienen en la
Administración de Justicia son mucho mayores. Todos confiamos en que el nuevo
ministro emprenderá el camino acertado.
Tenemos una
experiencia con él y es que ha trabajado en el Ministerio muy eficazmente. La
gran mayoría de los que le conocimos tenemos un muy buen recuerdo de su
gestión, con el pacto por la Justicia, y también por la capacidad de trabajar
con consensos, sentándose en la mesa, viendo los problemas y buscando
soluciones. Yo soy optimista. La pena es que se ha perdido una gran parte de
esta legislatura con poco tiempo para hacer reformas. Pero nunca es tarde si la
dicha es buena.
¿Qué opina
sobre la suspensión de la consulta catalana por parte del Tribunal
Constitucional? ¿Cómo le parece que se está tratando esta cuestión?
Mi opinión
como jurista no la puedo decir porque debo guardar silencio del trabajo que se
hace por el sistema de justicia y la aplicación de la ley. Como ciudadano y
persona que vive en Cataluña, puedo decir que estamos asistiendo a una especie
de representación de teatro. Todos sabíamos que el Constitucional iba a hacer
esto, todos sabíamos lo que iba a hacer el Gobierno catalán y lo que se iba a
producir el 11 de Septiembre. Estamos con una especie de guión.
El problema
es que en las obras de teatro hay siempre un planteamiento, un nudo y un
desenlace. Aquí se planteó el problema, se enredó como un nudo y parece ser que
el autor o los autores no encuentran cómo buscar un desenlace. Pero yo a veces
pienso que no es que no puedan verlo, sino que no quieren. Esto da una cierta
vida, hay intereses en que sigan estos conflictos latentes y que no encuentren
una solución, que es su obligación buscar.
Mientras,
el Tribunal Constitucional tiene que cumplir su función y en los casos que se
judicialicen, como probablemente veremos en el futuro, los jueces tendrán que
jugar su papel. Pero me parece un gran teatro con una obra que está casi toda
predeterminada y escrita. Nos falta el final. Un poco de suspense también tiene
que haber en la vida.
Laura Farré Jaques. Diariojuridico.com. 03/10/2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario