San Juan, Puerto Rico. La pérdida de un familiar muy cercano, el desempleo, la crisis económica en el hogar, un divorcio, un engaño, una separación o una traición. Todas estas son situaciones que provocan coraje, no hay duda.
De seguro, en algún momento has experimentando ese sentimiento de impotencia y rabia ante una situación particular. Ese coraje que sientes es una reacción natural en los seres humanos. El problema surge cuando no lo reconoces o sencillamente no puedes controlarlo y se transforma en un comportamiento violento.
La psicóloga Mercedes Dumont establece que existe una diferencia entre la emoción y el sentimiento de coraje y la falta de control del impulso.
"El coraje es un sentimiento válido que ayuda al ser humano a darse cuenta de que algo está perdiendo su equilibrio y por alguna razón se prende esa bombillita que indica que debe trabajar con el asunto. Es una emoción que surge con pérdidas y cambios en la vida. Para mí, el coraje es saludable, el problema es cómo manejar ese sentimiento", explica.
La experta señala que existen otros factores -como la crianza y la salud mental- que son determinantes a la hora de manejar ese coraje de manera que sea superado o que se convierta en ira y pueda llegar hasta la violencia.
"He observado que las emociones y los sentimientos vienen en ramilletes, como las uvas, y en muchas ocasiones debajo de ese coraje hay mucha tristeza. En ese desequilibrio la persona no está en paz y puede manifestar el coraje inadecuadamente ya sea haciéndose daño, o a otro. También puede aprovechar las situaciones a su alrededor para culpar a los demás por sus frustraciones", añade.
Por su parte, el psicólogo Carlos Sosa señala que el problema mayor surge cuando la persona no puede controlar su comportamiento y se lanza a dar respuestas agresivas, que pueden ser físicas o verbales y eso representa un costo negativo en las relaciones con las personas que le rodean.
Dumont también menciona que una conducta agresiva puede ser producto del estrés, de la necesidad de esconder dolor emocional, vergüenza o culpa y todo eso se manifiesta a través del coraje.
"Puede ser una forma de defenderte y buscar atención. También lo puedes estar usando para castigar a otro y vengarte", destaca.
La presión cultural
Sosa menciona que existe un elemento cultural que impulsa a las reacciones más agresivas. Se cree que el que más grita o el que golpea es quien más autoridad tiene.
"Lo hemos convertido en una señal de poder y constantemente estamos viendo situaciones que se están saliendo de control y terminan en asesinatos. Lo interesante es que la persona se gana una imagen agresiva y se refuerza a sí mismo esa imagen para que la gente lo respete. Muchas veces hasta se vanaglorian de su actitud", dice Sosa.
Sosa añade que, por lo general, la ira se relaciona con el rol del hombre en la sociedad que constantemente recibe presiones de que debe proyectarse fuerte y dominante.
Por otra parte, Dumont menciona que muchas veces el descontrol del coraje comienza en el hogar, donde muy pocas veces se le enseña al niño a aceptar ese sentimiento y canalizarlo de una manera más pasiva.
"Muchas veces ese sentimiento de coraje llega a convertirse en ira, en algo tan fuerte que hasta te enfermas. Porque se puede manifestar a través de condiciones de salud. También ocasiona problemas con otras personas y si te lo guardas o te lo tragas, puede provocar ansiedad", dice Dumont.
La crisis económica en la familia
Un detonante para el coraje y la ira en muchas ocasiones es la mala situación económica que atraviesa la persona y esto llega a afectar hasta la situación familiar. "En términos sociales, la crisis económica es una variable que influye en mucha gente. Muchas veces puede ser un detonador porque provoca estados de frustración y esta se canaliza a través de actos agresivos", enfatiza Sosa.
Cuando esto pasa, por lo general se afecta el escenario entre los miembros de la familia. Dentro del matrimonio comienzan los problemas de violencia doméstica. Sosa menciona que algo que abona de manera negativa a esta situación es que el Estado no ha conseguido una forma efectiva de lidiar con este problema. Actualmente no existen programas de desvío para este tipo de comportamiento, sino que se le ha dado un enfoque punitivo cuando se puede trabajar más acertadamente con ayuda psicológica.
Por otra parte, la crianza también se puede ver afectada cuando los padres transmiten a sus hijos todo el estrés y no refuerzan en ellos las conductas positivas.
"Si se aplican unas reglas con amor y consistencia en métodos adecuados para reforzar la conducta positiva y desalentar la conducta negativa, se va cambiando ese patrón. Pero lamentablemente somos tan inconsistentes que el niño hace lo que le da la gana y en los hogares lo que hay es un laboratorio de agresión en donde los padres gritan y los hijos aprenden a gritar", añade.
Cómo manejar el coraje
Cuando ese sentimiento de ira se apodera de la persona es necesario controlarlo y combatirlo por el bien suyo y de quienes le rodean.
Tanto Dumont como Sosa coinciden en que el manejo del coraje es parte de un proceso interno, en el que la persona tiene que querer rehabilitarse y vencer así esa conducta que en momentos se torna agresiva.
"Es importante que las soluciones partan de nosotros, no tenemos que esperar porque otros lo hagan por uno. Hay que comenzar un proceso individual de concienciación", dice Sosa.
Ante un momento que altere tu paz es bien importante hablar y darte cuenta de cuáles son tus necesidades. Tómate un tiempo para reflexionar, identificar qué te causa coraje y buscar diferentes formas de manejar lo que te está molestando.
"El primer paso es aceptar que tengo coraje y analizar por qué. Luego, si sabes que tu tendencia es agredir o insultar, entonces te retiras. Recuerda que los extremos son malos, así que tragarse las cosas o reaccionar agresivamente es igual de negativo", dice Dumont.
Lo importante es aceptar que esa emoción está presente y que busques la forma de liberarte de ella. Dumont recomienda usar diferentes técnicas que puedes adaptar de acuerdo con tu personalidad, como tomarte un tiempo para pensar; salir del entorno y respirar; tomar agua, o meditar, entre muchas otras.
"Es como el ‘time out’ de los niños, pero para caer en tiempo y no dejar que la ira te domine", señala.
Como parte de las herramientas del Estado para rehabilitar a personas que han cometido delitos de agresión en ocasiones se les refiere a un programa de manejo de ira. Sin embargo, Dumont apunta que cuando un individuo ha llegado al punto de delinquir por no saber controlarse, tienen que existir varias condiciones para superar el problema. Por ejemplo, debe contar con ayuda psicológica, apoyo familiar y tener la disposición de hacer un verdadero cambio en su vida y en su actitud.
Programa de prevención
Por su parte, Sosa enfatiza que la prevención es muy importante y que se logra a través de la orientación a niños y jóvenes, quienes pueden convertirse en los agresores del futuro.
El psicólogo destaca que, como parte de una iniciativa del Departamento de Educación, actualmente se encuentra implementando un proyecto de mediación en algunas escuelas de la Isla. El proyecto ya comenzó con orientaciones a directores escolares y trabajadores sociales y, próximamente, se estará trabajando con los estudiantes, a quienes se les preparará para convertirse en mediadores en sus respectivos planteles, comunidades y hasta en el hogar.
Liz Sandra Santiago. El Nuevo Día.com. 25/3/2011
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